CIUDAD, CUERPO & INDUMENTARIA

Texto St Xavier Octavius
Photo Hernán Farsaci & Josep Piella
THESOULREPORT propuso a la Antropóloga Social Begonya Enguix, reflexionar a partir de la documentación fotográfica que nos proporcionaron Josep Piella, creador y administrador del Blog “It’s Barcelona Baby” y Hernán Farsaci, fotógrafo espontáneo, fan del Iphone y de la aplicación Instagram.

       Imagen, cuerpo y moda son conceptos y discursos que se mezclan, se combinan y se potencian. Históricamente el cuerpo y la belleza han sido objeto de estudio. Todos nacemos con un cuerpo que con el tiempo transformamos y adaptamos para construir su corporeidad la que, a través de sus movimientos, le otorga un lenguaje y este una identidad. Así, el cuerpo se convierte en soporte para comunicar y la moda, o forma de vestir, en otro lenguaje que ayuda a narrar. De aquí, la importancia de la evolución del cuerpo y la moda, para los analistas de tendencias, dos discursos que se retroalimentan y pueden arrojar, una insospechada cantidad de signos. Hace casi treinta años, el filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky (París, 1944) anunció desde su obra “La era del vacío” (Gallimard,1983) el fin de la postmodernidad y el inicio de un período, la “hipermodernidad”, marcado por altos niveles de individualismo y hedonismo. Hecho que, en aquel momento, lo posicionaba como un futurólogo, hoy, continúa siendo un debate de plena actualidad. Ese entorno favoreció el uso de la tecnología (tv, móviles, ordenadores) así, el papel de la imagen se convirtió en ícono y, esta situación, rápidamente alcanzó la imagen humana. En este contexto, se podría concluir sobre el poder del cuerpo y enunciar, como algunos hicieron, que el cuerpo dirige el futuro del planeta. En los cinco continentes bienestar y belleza física son valores que, en los últimos tiempos, han cobrado gran relevancia. Así, existen ciudades que por razones obvias y a veces no tanto, son más permeables a la manifestación de estos valores. Interesados en descifrar la situación actual de Barcelona, al respecto.

CUERPOS por Begonya Enguix - benguix@uoc.edu

       El cuerpo no es sólo ese conjunto de huesos recubierto de carne y piel que a diario cargamos con nosotros: desde hace algún tiempo, se ha profundizado en la reflexión sobre el cuerpo, desde las ciencias sociales, considerando que el cuerpo es parte fundamental (si no la principal) de nuestra presentación social ante el mundo. Este “renacimiento” de los estudios sociales sobre el cuerpo parece coincidir con una creciente tendencia social al culto al cuerpo, a determinados cuerpos, que también lo sitúa como nuestra principal tarjeta de presentación.

       Hablo de determinados cuerpos: con ello, me refiero a la conformación social de unos cánones de belleza determinados que son “expuestos” a la vista del público, sobre todo en las ciudades como Barcelona, a las que se presupone un aire de modernidad y cosmopolitismo creo que en esa construcción de una ciudad como cosmopolita y moderna colabora de forma fundamental el tipo de cuerpos que vemos en sus calles.

       Cuerpos desinhibidos, jóvenes, bien formados, que en ciudades más tradicionales se ocultarían bajo ropajes más espesos y/o formales. Cuerpos vestidos (en mayor o menor medida) con ropas que descodificamos como distintas, especiales, particulares y que conforman un paisaje urbano distintivo en cada ciudad.

       Pero no sólo eso; al mostrar nuestro cuerpo en mayor medida en unos contextos que en otros, mostramos también nuestra capacidad de adaptarnos al entorno (y construir ese entorno) y parte de quienes somos porque nuestros cuerpos son expresión de identidades, identidades que son vehiculadas mediante estilos particulares.

       El antropólogo norteamericano Alfred L. Kroeber, que había empezado a estudiar la moda en 1909 como parte de su interés en las pautas culturales,  escribió en 1940 un estudio sobre las características del vestido femenino a lo largo de los últimos 300 años atendiendo sobre todo a un número específico de rasgos: largo y ancho de la falda,  ancho y profundidad del escote y altura de la cintura.  Sus datos le llevaron a afirmar que la moda está sujeta a oscilaciones periódicas cuyas formas alcanzan los términos extremos de las variaciones cada cincuenta años. Según Kroeber, si en un momento dado las faldas alcanzan su longitud máxima, al cabo de cincuenta años alcanzarán su longitud mínima.

Kroeber consideraba que:
En los estilos de vestimenta femenina entran en juego distintas consideraciones. El destino utilitario del vestido, como protección o conveniencia, establece un rígido marco dentro del cual actúa el estilo. A continuación hay un elemento de atractivo erótico, frecuentemente sublimado en parte, aunque nunca del todo, por una búsqueda de la belleza estética. Ambos elementos pueden ser desplazados por las consideraciones sociales, tales como la expresión del rango, del poder, de la riqueza, la prodigalidad o el derroche.  Pero el determinante final de todo lo precedente es, en cualquier civilización moderna, el factor de la novedad (Kroeber, A.L. (1944) Configurations of Cultural Growth en Marzal, M. (1998) Historia de la Antropología (vol. II). Antropología Cultural. Quito: Abya-Yala, pág. 190).

       Aunque Kroeber habla del vestido femenino, considero que sus afirmaciones son extrapolables y hoy más que nunca, al vestido masculino. Asumiendo con Kroeber que moda, estilo y cuerpo son parte de un mismo complejo identitario y que ese complejo nos remite a elementos relacionados con las necesidades básicas (cubrirse ante las inclemencias meteorológicas), el atractivo erótico, el poder y la novedad, tanto hombres como mujeres sienten la necesidad de manejar las impresiones en público que suscitan (por utilizar la terminología de Goffman) poniendo en acción los tres elementos más dinámicos de la cita de Kroeber: atractivo erótico, poder y novedad. Y lo suelen hacer mediante el vestido. Ahora bien, aunque el vestido es un potente elemento de comunicación del yo ante los otros, no es neutro ni es aséptico, y está mediado por el género, la clase, el grupo étnico y la edad.

LA MIRADA DE HERNÁN FARSACI

       En Barcelona, se puede mostrar el cuerpo más que en otras ciudades, el clima lo permite y la influencia de los turistas ha jugado un papel fundamental, pero no todo el mundo lo mostrará del mismo modo ni en el mismo lugar: la edad y la clase social juegan aquí un papel importantísimo (y esto tiene que ver con el poder). También juega un papel la globalización, que en esta ciudad está más presente que en otras dada la cantidad de no nativos que la recorren, con el consiguiente intercambio de estilos, tendencias y presentaciones que eso conlleva. El vestido tampoco vehiculará el atractivo erótico del mismo modo en hombres y en mujeres: las mujeres tenderán a mostrar más brazos, escote, piernas o a una mayor espectacularidad que los hombres. Pero no todas, sino aquellas que en función de los cánones de belleza al uso piensen que pueden “mostrar” sin que su identidad personal o social se vea deteriorada. Porque el paradigma clásico “mens sana in corpore sano” sigue estando muy presente entre nosotros y a partir de nuestro aspecto se infieren multitud de significados relacionados con nuestra identidad. O quizá esa tendencia a mostrar se deba, como apuntaba Kroeber, simplemente a que hace cincuenta años estábamos en el extremo contrario.

       De uno u otro modo, los cánones de belleza operan en el interior de las relaciones entre los géneros (que tienen que ver con el atractivo erótico aunque también, y sobre todo, con el poder) pero también en el contexto sociocultural más general. La creciente tendencia a mostrar ciertos cuerpos no es posible en sociedades no democráticas en las que el control de los ciudadanos comienza por el control de sus cuerpos. Pero hay que diferenciar qué cuerpos se muestran y de qué modo: existe una “sutil” diferencia entre una adolescente en minifalda y un turista americano cincuentón en bañador. Y me temo que fue este segundo quien provocó la modificación, en mayo de 2011, de la Ordenanza de Medidas para Fomentar y Garantizar la Convivencia Ciudadana en el Espacio Público de Barcelona. Se añadió el artículo 74 bis, en el que se prohíbe ir desnudo o “casi desnudo” o en bañador, o con prenda de vestir similar, en los espacios públicos bajo la amenaza de sanciones que oscilan entre los 120 y los 500 euros. Y ¿dónde está esa sutil diferencia? Esa leve diferencia entre uno y otro, que todos sabemos (o creemos saber) reconocer pero que tan difícil de explicar, se sitúa precisamente en el hecho de que mediante nuestro cuerpo, su actitud, su vestido, sus movimientos, sus habitus, vehiculamos significados profundos sobre quiénes somos, cómo y dónde estamos en el mundo. No es poca cosa.
LA MIRADA DE JOSEP PIELLA