¿Qué crees que aportas artísticamente? Un punto de vista más. Quizá, una obsesión recurrente en mi trabajo, que también se puede relacionar con la magia y la alquimia, es el hecho de tratar de unir conceptos opuestos, trabajar conjugando contradicciones. En realidad, creo que es una obsesión por resolver conflictos, ya sean formales o conceptuales. Trato de enfrentarme a certezas poniéndolas en cuestión, colocándolas de alguna forma armónica frente a sus antagónicos.
¿Más allá de lo onírico, lo fantástico o lo surrealista, hay lugar para las tendencias sociales en tu obra? La sociedad se puede observar desde un punto de vista surrealista o fantástico. Es tan sólo un punto de vista que trata de tomar distancia. Pero todo se enraíza siempre en la realidad. Creamos a partir de la información que tenemos dentro, combinándola y haciendo nuestro propio cóctel, nuestro propio Frankenstein.
¿Cuál es la obra que más satisfacciones te ha dado y por qué? En realidad lo que me da satisfacción es la suma de todas ellas, el recorrido... Aunque, si tengo que quedarme con una, sería el cuadro “La cuadrilla caníbal”. Me parece que es una obra con muchas puertas de entrada y un laberinto poético dentro, cargado de mucho misterio. Me gusta el equilibro entre poesía y humor de ese cuadro. Como artista, encontrar ese equilibrio es lo más importante para mí. A ese equilibrio lo llamo “el tono”. Conseguir el tono adecuado, para mí es lo más complejo.
¿Cuál crees que es tu obra que mejor representa el tiempo en que vivimos y por qué?La obra de la que te hablaba antes. Se titula “La cuadrilla caníbal” y creo que el “canibalismo” es una práctica muy del tiempo en que vivimos, donde cualquiera se tira al cuello del que tiene al lado. En cualquier caso, trato de crear sin estar demasiado atado a un tiempo y a un espacio, quiero tratar temas universales o comunes a cualquier sociedad. El Steampunk y el Retrofuturismo hacen convivir distintas épocas, lugares o realidades en una misma imagen, eso me interesa porque es una especie de búsqueda de lo infinito, de una idea de plenitud y yo me encuentro en ese punto. Hablo del peligro de las supuestas verdades absolutas, de un pensamiento cerrado, de los prejuicios, interrogo sobre el concepto de fronteras, de identidad, del individuo frente a la masa, de límites, de las peleas interiores y exteriores. En realidad siempre hablo de “el conflicto”, el conflicto de estar vivo. Sin conflicto no hay película. El conflicto es lo que nos une.
¿Crees que España rima con arte contemporáneo? No, porque una palabra acaba en “aña” y la otra en “áneo” (risas). Creo que en España pasan muchas cosas a nivel artístico pero las instituciones no absorben el arte emergente. A los museos nunca llega lo que está pasando ahora sino lo que ya está asimilado. Lo que está muy bien, pero quizás las instituciones también deberían mirar lo que está pasando aquí y ahora y acercarlo al gran público. Aunque lo que suele suceder es que se mire siempre afuera y al pasado. No hay riesgo.
¿Los artistas españoles son más de generar o de adaptar tendencias? En este último caso, ¿podrías identificar alguna? Todos adaptamos algo anterior siempre, en España y en cualquier país. No se puede crear de la nada, a no ser que seas Dios. A mí me han enmarcado dentro del surrealismo pop, pero esa etiqueta no me la he puesto yo. También me identifico con el folk, el retrofuturismo, el steampunk, el realismo mágico o el metarrealismo. A una misma cosa le puedes poner distintas etiquetas, pero para mí eso no es tan importante. Creo que los artistas no generan tendencias, los artistas hacen “lo que les sale”. Las tendencias las crea el público, “el gusto” o el criterio de la gente. Yo soy de los que piensan que las ideas están en el aire y el aire lo compartimos todos. Las tendencias artísticas se generan como una respuesta natural a la realidad social.
Todos creamos a partir de lo que vemos y lo que sentimos.
¿Crees que la palabra tendencia se puede emparentar con la expresión “pensamiento único”? Vivimos hipercomunicados e hipersaturados de información. Hay millones de tendencias moviéndose al mismo tiempo, vivimos tiempos revueltos y “todo” es tendencia, lo que es muy caótico, pero también muy interesante. Creo que nos dirigimos a la búsqueda de lo que es un nuevo concepto de “individuo”, con pensamiento propio. La mayoría de las personas tenemos el mismo conflicto. No queremos sentirnos solos. Queremos sentirnos parte de algo, pero no queremos sentirnos juzgados por “el equipo contrario”. Creo que el cambio de paradigma pasa por aprender a sentirnos parte de “un todo”, tener una mirada más amplia. Todos estamos en el mismo barco.
¿Cómo defines Barcelona? Barcelona es, aparte de la ciudad dónde nací, un espacio pequeño pero cosmopolita y multicultural. La puedes recorrer a pie y mientras lo haces tienes la sensación de estar dando la vuelta al mundo. En ella conviven gentes de todas partes y eso me encanta.
¿Barcelona inspira a un artista surrealista? Claro, es un lugar bastante surrealista y absurdo. Además en Barcelona hay conexión a internet, televisión, cines, librerías… no tienes por qué limitarte a las fronteras de la ciudad. A pesar de eso, Barcelona es un lugar inspirador porque concentra mucha energía gracias a la gran densidad de población, pero creo que debemos dejar de pensar tanto en las fronteras que dan nombre a un lugar o a otro, son conceptos abstractos que han tomado una forma demasiado fundamentalista.
¿Qué es lo que más y lo que menos te agrada de la ciudad? Lo que más me gusta es que, como vivo aquí, tengo a mano a gente a la que quiero (que es gente de todas partes). Y con el tiempo he encontrado lugares donde me siento bien y con los que me identifico. Lo interesante es que hay muchas “barcelonas” y para todos los gustos. Lo que no me gusta es que se está convirtiendo en un parque temático, todo está prohibido, todo es como un escaparate proyectado hacia fuera, sin pensar en el día a día de la gente que vive aquí. A veces da la sensación de que, en unos años, sólo estará habitada por turistas. Eso puede provocar que en un tiempo sea una ciudad sin personalidad. Además, cada vez es una ciudad más politizada, hasta el punto de contaminar tanto el ambiente que se hace cada vez más irrespirable. Me desagrada la raza política que contamina y perturba la buena convivencia. Pero, a pesar de esto, Barcelona me parece una ciudad genial. |